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Foto 8: Complejo Volcánico Izalco-Santa Ana- Coatepeque con los edificios
volcánicos de Cerro Verde, Cerro San Marcelino y Cerro Chino. |
El Complejo Volcánico de Santa Ana foto 8 y figura 1) se ubica en el
occidente del país, a 15 kilómetros al sureste de la ciudad de Santa
Ana, en las coordenadas 13° 51.2 N y 89° 37.5 W. El volcán de Santa
Ana, también denominado Ilamatepec, es el volcán principal del complejo.
En su falda sur y sureste se encuentra el volcán de Izalco, el Cerro
Verde y una serie de conos adventicios, tales como los conos de escorias
El Conejo, El Astillero y San Marcelino – Cerro Chino. También hacia el
norte y noroeste encontramos conos de escorias, tales como el Cerro El
Retiro y algunos cráteres de explosión como el Plan del Hoyo, alineados
sobre una fractura radial con dirección nornoroeste-sursureste que corre
desde la cima del volcán hacia la ciudad de Chalchuapa, cerca de la cual
existe también un conjunto de cráteres de hundimiento (pit- cráteres)
alineados sobre esta grieta. Al occidente de esta grieta y al sur de La
Cruces se forma el volcán Mala Cara que también es adventicio del Santa
Ana.
Todo el complejo se ubica al oeste de la Caldera de Coatepeque, formada
por el hundimiento circular de un grupo de volcanes que anteriormente
ocupaban ese lugar.
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Figura 1. Localización del Complejo
Volcánico de Izalco-Santa Ana- Coatepeque al occidente de la
Cordillera Volcánica Salvadoreña |
El volcán de Santa Ana es el estratovolcán activo más alto del país
con 2,381 metros y tiene un cráter circular con un diámetro aproximado
de 1.5 kilómetros, en el cual existen evidencias de subsidencia y
migración progresiva del conducto hacia el sureste (Foto 9). En el fondo
del mismo se encuentra una laguna con agua ácida que oscila entre los 13
y 27 metros de profundidad según el periodo del año. Al oeste de la
laguna, también en el interior del cráter, existe un campo de fumarolas
que permanentemente emite gases azufrosos calientes (Foto10).
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Foto 9 (izquierda):
Migración del cráter hacia el sureste de la estructura volcánica.
Foto 10 (derecha): Campo fumarólico y laguna ácida en el interior
del cráter del Volcán de Santa Ana. |
El volcán de Santa Ana ha tenido erupciones menores en cinco ocasiones
durante los
últimos 500 años. Las erupciones históricas son moderadamente
explosivas, freáticas
y freatomagmáticas, donde el agua superficial o subterránea interactúa
con magma y se
produce la emisión de gases, ceniza, escorias y bombas volcánicas. En
los últimos 15
años se han registrado con relativa periodicidad, durante los años 1992,
2000 y 2004,
emisiones fuertes de gases, burbujeo de la laguna y daño a los cafetales
y bosques,
principalmente en el flanco suroccidental del volcán.
Escenarios de Amenaza Volcánica
Amenaza o peligro volcánico es la probabilidad de que los materiales
expulsados por
un volcán en erupción afecten un área específica durante un período
de tiempo
determinado. Por la variedad de procesos y productos volcánicos que
existen, se
conocen diferentes tipos de amenazas o peligros: emisión de gases, flujos
de lava, caída
de piroclastos (proyección de balísticos, caída de cenizas), flujos
piroclásticos y lahares
(flujos de escombros), cada uno de los cuales presentan características y
formas de
desplazamiento propias, y por tanto, son distintos los efectos que
provocan.
El mapa Preliminar de Amenaza Volcanica del Complejo del Volcán de Santa
Ana,
representa de forma gráfica y con diferentes niveles de detalle, las
zonas de distribución
de los materiales volcánicos y los niveles de afectación en caso de una
futura
reactivación del volcán.
Para los mapas de caída de balísticos, flujos de lava y emisión de
gases se presentan
las áreas que podrían ser afectadas en base a información histórica e
información
geológica de campo.
Para los mapas de lahares (flujos de escombros) y caída de ceniza,
además de las
informaciones existentes se ha aplicado la simulación a través de
modelos y se han
representado diferentes niveles de afectación o escenarios. El escenario
1, representado
en rojo, señala las zonas relativamente cercanas al centro de emisión,
que tienen una
mayor probabilidad de ser impactadas por los productos de una erupción,
aunque ésta
sea de pequeña magnitud. Son áreas que pueden ser afectadas con mayor
recurrencia.
Los escenarios 2 y 3, representados en naranja y amarillo respectivamente,
señalan las
zonas que pueden ser afectadas por erupciones de moderada o gran magnitud.
Estos
eventos tienen menor probabilidad de ocurrir que las erupciones de menor
tamaño. Sin
embargo, tienen capacidad de distribuir sus productos a mayor distancia y
con un mayor
impacto.
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Los lahares, llamados también flujos de escombros volcánicos, son una
mezcla de agua con rocas volcánicas y sedimentos acumulados en las partes
altas del volcán. Este proceso puede producirse por reactivación del
volcán, aunque de forma más frecuente se desencadena por lluvias
intensas. Los flujos son transportados rápidamente a través de las
quebradas, desde la cumbre del cono volcánico (foto 3) hasta depositarse
en las partes más bajas del mismo, provocando el soterramiento de
infraestructura y vías de comunicación.
En el volcán de Santa Ana no se ha documentado la ocurrencia de este
tipo de procesos. Sin embargo, durante los terremotos de 2001 se
registraron derrumbes en la ladera oriental, hacia el Lago de Coatepeque,
lo que indica que esta área es inestable. Atendiendo a criterios
morfológicos se ha modelado la ocurrencia de lahares en diferentes
drenajes de las laderas norte, sur y oeste del volcán.
Escenario 1: área
de alcance y distribución de flujos de escombros con volúmenes de
100,000 m3.
Escenario 2: área
de alcance y distribución de flujos de escombros con volúmenes de 300,000 m3.
Escenario 3: área
de alcance y distribución de flujos de escombros con volúmenes de
1,000,000 m3.
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Foto 3: Lahar (flujo de escombros) de pequeña magnitud en la zona de
cabecera de la Quebrada La Arenera (Volcán de San Miguel) en octubre de
2003. Las flechas indican el sentido de movimiento del material suelto
(Fuente: Carlos Pullinger. Servicio Geológico - SNET) |
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Balístico
es el nombre que se da a los fragmentos de roca expulsados por el cráter
principal o por las bocas laterales de un volcán durante una erupción
explosiva. Pueden ser bloques, fragmentos de roca sólida arrancados por
la fuerza del magma de las paredes del conducto volcánico, o bombas
volcánicas, fragmentos de roca fundida (magma) que se enfrían
parcialmente en su recorrido por el aire. El tamaño de los balísticos
varía entre los 6 y 50 centímetros, aunque algunos pueden presentar
dimensiones mayores de hasta algunos metros de diámetro.
Al ser expulsados por el volcán, tienen trayectorias parabólicas y
caen alrededor del centro emisor (Foto 1). La distancia a la que caen los
balísticos depende de su tamaño y de la magnitud de la explosión que
les dio origen.
Para el caso del Complejo Volcánico de Santa Ana, los balísticos
pueden alcanzar distancias mayores a 2 kilómetros, alrededor del cráter
central del volcán principal y de los volcanes adventicios o secundarios
que se encuentran alineados al noroeste y sur-sureste.
El área que puede ser afectada por estos materiales, señalada
en rojo, es también susceptible de ser afectada por el resto de procesos
volcánicos, incluidos flujos piroclásticos. El mayor problema que
representa la caída de balísticos es la fuerza del impacto sobre
personas e infraestructuras. Además, por la elevada temperatura a la que
son expulsados, provocan en ocasiones, incendios forestales de grandes
dimensiones.
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Foto 1: Emisión de fragmentos de magma (balísticos) en el borde del
cráter del Volcán Stromboli (Islas Eolias-Italia) (Fuente:
www.ct.ingv.it) |
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Las cenizas volcánicas son fragmentos de magma menores a 2 milímetros que
son lanzados al aire a través de la columna eruptiva y son transportados
por los vientos. En las erupciones volcánicas explosivas, el magma es
fragmentado por el gas que lleva disuelto. Los fragmentos de mayor tamaño
son denominados balísticos (ver área en color rojo del mapa A). Las
porciones más pequeñas, de hasta 6,5 centímetros de diámetro, son
denominadas genéricamente piroclastos. En su recorrido por la atmósfera
los piroclastos se enfrían hasta caer y depositarse en el terreno: los de
tamaños entre 2 y 64 mm, conocidos como lapilli, caen en áreas cercanas al
centro emisor (foto 4); los inferiores a 2 milímetros, las cenizas (foto
5), pueden dispersarse hasta cientos de kilómetros del volcán
Entre los efectos que puede ocasionar la ceniza están: dificultad para
respirar e irritaciones en piel y ojos, reducción de la visibilidad,
contaminación de fuentes de agua y diversos daños a los cultivos. En
grandes cantidades, la ceniza puede provocar el colapso de los techos de
casas y edificios, especialmente si está húmeda. Es importante mencionar
que las nubes de ceniza son un peligro para la aviación comercial, por los
daños que pueden generar a los motores de las aeronaves en vuelo.
Las áreas afectadas por las emisiones de ceniza son diferentes en
función del volumen de material emitido, la altura de la columna eruptiva y
la dirección predominante del viento. Para el caso de Santa Ana la
dispersión de cenizas se produciría principalmente hacia el oeste. Se han
representado tres escenarios en base a información histórica (escenario 1)
y como resultado de la modelación del proceso (escenarios 2 y 3).
Escenario 1:
área afectada por la dispersión de ceniza en eventos eruptivos conocidos
(época histórica), como la última erupción del volcán de Santa Ana en
1904..
Escenario 2:
área afectada por la dispersión de ceniza en caso de una columna eruptiva
de 5 kilómetros.
Escenario 3:
área afectada por la dispersión de ceniza en caso de producirse una
columna eruptiva de 14 kilómetros, para las condiciones de viento de enero
(estación seca) y las condiciones de viento de agosto (estación húmeda).
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Foto 4: Emisión de fragmentos de
magma de tamaños entre 2 y 64 milímetros denominados lapilli o tefra
Se depositan cerca del centro emisor. (Cráter Puo’o en el Volcán
Kilauea (Hawaii), 1983. Fuente: www.usgs.gov) |
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Foto 5: Caída de cenizas volcánicas a
partir de la columna eruptiva (Cerro Negro (Nicaragua), 1995. Fuente:
www.ineter.gob.ni) |
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Los
flujos o coladas de lava son masas de roca fundida a temperaturas entre
1.000 a 1.200º C que se desplazan por las laderas del volcán a favor de la
pendiente (Foto 2), buscando siempre las zonas bajas.
En el Complejo Volcánico de Santa Ana la emisión de lavas puede
producirse por el cráter central de los volcanes Santa Ana e Izalco o por
bocas eruptivas ubicadas al norte y sur del cono volcánico a lo largo de la
falla tectónica de dirección nornoroeste-sursureste que lo cruza.
De acuerdo a la información histórica y a los estudios de campo, las
coladas de lava emitidas por este volcán, señaladas en el mapa en naranja,
han alcanzado distancias máximas de 15 kilómetros hacia el norte y sur.
Los mayores problemas relacionados con los flujos de lava son los daños
parciales o totales en viviendas, infraestructuras y vías de comunicación,
así como los incendios forestales.
Cabe indicar que es poco usual que los flujos de lava causen pérdidas de
vidas humanas, aún así, en caso de erupción, las personas que viven cerca
de las quebradas y llanuras deben retirarse y dirigirse a zonas más altas.
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Foto 1: Flujo de lava del Volcán Etna (Sicília-Italia)
durante la fase eruptiva de septiembre de 2004 (Fuente: www.ct.ingv.it) |
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Los gases volcánicos son principalmente el vapor de agua (H2O), el dióxido
de carbono (CO2) y el dióxido de azufre (S02), además de otros como el
ácido sulfhídrico o el flúor. Los gases son liberados por el volcán a
través de fumarolas o en forma difusa a través del suelo.
El volcán de Santa Ana tiene un campo de fumarolas en el sector
occidental del interior del cráter (foto 6) que emite gases de forma
permanente. Aunque mayoritariamente se trata de vapor de agua, a menudo
emite dióxido de azufre (SO2) con volúmenes que fluctúan entre 130 y 390
toneladas/día. Además, en los últimos 25 años se han reportado tres
períodos de degasificación intensa (1992, 2000 y 2004), donde los
volúmenes de SO2 alcanzaron las 600 toneladas/día.
Estas cantidades de gases volcánicos no son dañinas para la vida de las
personas, aunque pueden provocar molestias para respirar. No es conveniente
que las personas con problemas respiratorios, de asma o de corazón se
expongan a las emanaciones de gases. Por otra parte, el contacto permanente
con este ambiente puede provocar irritaciones en la piel y partes más
sensibles del cuerpo. Diferentes personas de las comunidades más cercanas
al cono volcánico, como el caserío San Blas, han manifestado haber sentido
molestias, especialmente en periodos de degasificación más fuerte.
Además, la interacción de los gases volcánicos con el agua precipitada
durante la estación húmeda, genera lluvia ácida que daña la vegetación
y los cultivos, principalmente el bosque (foto 7) y el cafetal (foto 8) del
sector sur y oeste del
cono volcánico.
Escenario 1:
representa el área generalmente dañada durante un año con emanaciones
moderadas.
Escenario 2:
representa el área dañada en un año con emanaciones más intensas. En el
año 2004 esta área alcanzó los 10 km2.
Foto
6: Campo de fumarolas en el interior del cráter del volcán de Santa
Ana (Julio, 2004. Demetrio Escobar. SNET) |
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Foto
7: Cafetal afectado (caída de hoja) por la lluvia ácida (Julio,
2004. Carlos Huezo. SNET). |
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El colapso estructural de un volcán consiste en el desprendimiento súbito
de una parte del edificio volcánico. Se produce en volcanes altos con
fuertes pendientes, afectados por fallas y con materiales muy alterados. Las
causas principales del colapso son los esfuerzos internos y externos a los
que es sometido el edifico volcánico por el ascenso de magma, terremotos o
lluvias intensas.
Los estudios de la geomorfología y la geología del volcán de Santa Ana
sugieren que el sector suroccidental del volcán de Santa Ana sufrió un
colapso hace algunos miles de años.
Este colapso generó una avalancha de escombros (debris-avalanche), flujo
de bloques, lodo y rocas de grandes dimensiones que se trasladó 40
kilómetros al sur, hasta la costa, formando el actual delta de Acajutla,
donde hoy se ubica el puerto.
En general, es un proceso con muy baja probabilidad de ocurrir En la
actualidad los rasgos geomorfológicos y estructurales del volcán de Santa
Ana no indican que este fenómeno pueda volver a ocurrir.
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